Si nunca se habla de una cosa, es como si no hubiese sucedido
Oscar Wilde
Existen multitud de dificultades a la hora de decidir si algo existe o no existe. La forma más trivial, elemental e intuitiva de hacerlo es distinguir entre lo tangible y lo intangible; pero esa subdivisión no llega a ser del todo cierto, porque estaríamos negando la existencia de sentimientos, entre otras muchas cosas.
¿Cómo podemos concretar entonces sobre si algo existe o no? Decía George Orwell en su gran obra 1984 que “si tú crees que estás volando, y yo creo que estás volando: entonces estás volando”. Y algo así sucede en realidad: la existencia al fin y al cabo no llega a ser más que un concepto subjetivo.
Realmente estas dos ideas de existencias son completamente distintas aunque se usa el mismo término para ambas. Por ejemplo: ¿Existe Dios? Dios existe en el sentido en que alguien habla de Dios, y todo el mundo puede entender el concepto y asumirlo; ¿pero está presente en nuestra realidad? ¿existe Dios? Esa existencia es diferente a la anterior. En ese aspecto, el castellano lleva a una mal interpretación constante de la existencia. Hoy en día, no se puede saber si existe Dios.
Volviendo a la subjetividad de la existencia, cada individuo tiene conciencia de la existencia de distintos entes e ideas; y aquellas que ignora, realmente no existen para él. Algunos, es cierto, pueden alterar su vida o su estado actual; pero la mayoría pasan desapercibidas y el individuo ni los siente ni los padece. La ignorancia por tanto niega la existencia.
Lo mismo sucede con lo que se obvia. No se tiene certeza de existencia algo que sólo el individuo cree. Para llegar a saber algo, es normalmente necesario confirmar ese conocimiento con otras personas o documentos. Siempre se queda una vaga idea, de la que podemos estar casi seguros, pero necesitamos confirmar con otras fuentes para reafirmarnos en nuestro conocimiento; y si no lo hacemos, es porque la reafirmación se ha producido en un corto periodo de tiempo hacia atrás, o ha sido recientemente adquirida.
En el momento en que se confrontan las ideas, surge la duda. Salvo cuando uno se aferra a la idea fanáticamente, haciéndola más una cuestión de orgullo que de conocimiento.
Es necesaria por tanto la comunicación para el conocimiento. Es necesario reafirmar nuestras ideas. Dejar de creer para llegar a saber. Por eso hablar sobre lo que se duda puede hacer que la incertidumbre desaparezca.
¿Cómo podemos concretar entonces sobre si algo existe o no? Decía George Orwell en su gran obra 1984 que “si tú crees que estás volando, y yo creo que estás volando: entonces estás volando”. Y algo así sucede en realidad: la existencia al fin y al cabo no llega a ser más que un concepto subjetivo.
Realmente estas dos ideas de existencias son completamente distintas aunque se usa el mismo término para ambas. Por ejemplo: ¿Existe Dios? Dios existe en el sentido en que alguien habla de Dios, y todo el mundo puede entender el concepto y asumirlo; ¿pero está presente en nuestra realidad? ¿existe Dios? Esa existencia es diferente a la anterior. En ese aspecto, el castellano lleva a una mal interpretación constante de la existencia. Hoy en día, no se puede saber si existe Dios.
Volviendo a la subjetividad de la existencia, cada individuo tiene conciencia de la existencia de distintos entes e ideas; y aquellas que ignora, realmente no existen para él. Algunos, es cierto, pueden alterar su vida o su estado actual; pero la mayoría pasan desapercibidas y el individuo ni los siente ni los padece. La ignorancia por tanto niega la existencia.
Lo mismo sucede con lo que se obvia. No se tiene certeza de existencia algo que sólo el individuo cree. Para llegar a saber algo, es normalmente necesario confirmar ese conocimiento con otras personas o documentos. Siempre se queda una vaga idea, de la que podemos estar casi seguros, pero necesitamos confirmar con otras fuentes para reafirmarnos en nuestro conocimiento; y si no lo hacemos, es porque la reafirmación se ha producido en un corto periodo de tiempo hacia atrás, o ha sido recientemente adquirida.
En el momento en que se confrontan las ideas, surge la duda. Salvo cuando uno se aferra a la idea fanáticamente, haciéndola más una cuestión de orgullo que de conocimiento.
Es necesaria por tanto la comunicación para el conocimiento. Es necesario reafirmar nuestras ideas. Dejar de creer para llegar a saber. Por eso hablar sobre lo que se duda puede hacer que la incertidumbre desaparezca.
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