Como no tenemos nada más precioso que el tiempo, no hay mayor generosidad que perderlo sin tenerlo en cuenta.
Marcel Jouhandeau
Muchas veces tenemos en nuestra vida una sensación de vacío, de incompletitud, por el hecho de no estar realizando ninguna tarea que reporte algún beneficio o bienestar. Hablamos de estar pendiente el tiempo.
Le damos valor al tiempo porque es irrecuperable, porque no se puede volver hacia atrás, porque no puede formar parte de ningún tipo de trueque, ni puede ser comprado, ni vendido, ni alquilado. El tiempo es único e indivisible, personal e intransferible; y por eso que tenga un valor tan alto y el hecho de perder el tiempo algo que provoca rechazo.
Seguramente a lo largo de una vida se hayan desaprovechado infinidad de momentos y ratos, bien por pereza, bien por falta de imaginación o iniciativa. Hay veces en las que uno no sabe qué hacer con su vida, en qué emplear el tiempo o como hacer una vida más productiva. En esos momentos de inactividad por incapacidad de la persona a proponerse nuevas metas y nuevos objetivos puede sentirse que se está perdiendo el tiempo, y creo que con razón.
Sin embargo hay otros días, en los que el cuerpo pide estar tumbado, sin pensar en nada, sin hacer nada, simplemente tumbado y respirar. Y quizás queden muchas por hacer y tenga uno un sinfín de obligaciones esperándole encima de la mesa, y un montón de preocupaciones que atender; pero uno escoge quedarse tumbado sin hacer nada. ¿Pierde el tiempo? Creo que en esta ocasión, si la persona disfruta, goza y aprovecha ese descanso no lo pierde. Creo que esta situación es distinta a la anterior en la que la falta de ideas y el hecho de tumbarse por la pasividad mental, sí se pueden considerar pérdida de tiempo.
Seguramente a lo largo de una vida se hayan desaprovechado infinidad de momentos y ratos, bien por pereza, bien por falta de imaginación o iniciativa. Hay veces en las que uno no sabe qué hacer con su vida, en qué emplear el tiempo o como hacer una vida más productiva. En esos momentos de inactividad por incapacidad de la persona a proponerse nuevas metas y nuevos objetivos puede sentirse que se está perdiendo el tiempo, y creo que con razón.
Sin embargo hay otros días, en los que el cuerpo pide estar tumbado, sin pensar en nada, sin hacer nada, simplemente tumbado y respirar. Y quizás queden muchas por hacer y tenga uno un sinfín de obligaciones esperándole encima de la mesa, y un montón de preocupaciones que atender; pero uno escoge quedarse tumbado sin hacer nada. ¿Pierde el tiempo? Creo que en esta ocasión, si la persona disfruta, goza y aprovecha ese descanso no lo pierde. Creo que esta situación es distinta a la anterior en la que la falta de ideas y el hecho de tumbarse por la pasividad mental, sí se pueden considerar pérdida de tiempo.
Es inevitable después de haber pasado una jornada “reflexiva” no sentir cierto cargo de conciencia cuando se tienen quehaceres pendientes. No obstante, si uno está convencido que necesita ese descanso, no tiene nada que temer. El caso es hacer todo lo que se haga con un orden y sentido, y creer en lo que se hace y deja de hacerse.
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