Desafortunadamente, el equilibrio de la naturaleza estipula que la super-abundancia de sueños se paga con el aumento de las pesadillas.
Aristóteles era un fiel defensor del equilibrio; siempre defendiendo la virtud como la mitad entre dos extremos, el justo centro como sitio más acertado y censurando siempre los extremos.
En cierto modo, yo me considero aristotélico, en el sentido en que procuro siempre encontrarme a igual distancia de la izquierda y la derecha, del suelo y el cielo. Quizás pase la vida buscando un equilibrio emocional, un equilibro en la vida que aporte estabilidad.
Ayer, después de una conversación, comprendí que el equilibro es síntoma de muerte, de descanso, de abandono. En el cuerpo humano por ejemplo, cuando los vasos sanguíneos encuentran el equilibro entre sus presiones, el cuerpo muere.
Igual pasa con la vida; uno se siente realmente vivo cuando sufre o goza; cuando llora o ríe; pero no se siente vivo cuando está tumbado en su cada durante horas mirando al techo.
La vida es pues dinamismo; y la muerte lo perfecto, lo estático. Y aun así, orientamos la vida en pro de la búsqueda de lo estático, de lo perfecto; cuando es la perfección lo que verdaderamente acaba con nosotros. Hemos, por tanto, de procurarnos metas lejanas, para continuamente estar dando dinamismo a las acciones. Hemos también de sucumbir ante la paradoja de alegrarnos cuando sintamos pena; porque esa es una señal irrefutable de que estamos vivos.
Peter Alexander Ustinov
Aristóteles era un fiel defensor del equilibrio; siempre defendiendo la virtud como la mitad entre dos extremos, el justo centro como sitio más acertado y censurando siempre los extremos.
En cierto modo, yo me considero aristotélico, en el sentido en que procuro siempre encontrarme a igual distancia de la izquierda y la derecha, del suelo y el cielo. Quizás pase la vida buscando un equilibrio emocional, un equilibro en la vida que aporte estabilidad.
Ayer, después de una conversación, comprendí que el equilibro es síntoma de muerte, de descanso, de abandono. En el cuerpo humano por ejemplo, cuando los vasos sanguíneos encuentran el equilibro entre sus presiones, el cuerpo muere.
Igual pasa con la vida; uno se siente realmente vivo cuando sufre o goza; cuando llora o ríe; pero no se siente vivo cuando está tumbado en su cada durante horas mirando al techo.
La vida es pues dinamismo; y la muerte lo perfecto, lo estático. Y aun así, orientamos la vida en pro de la búsqueda de lo estático, de lo perfecto; cuando es la perfección lo que verdaderamente acaba con nosotros. Hemos, por tanto, de procurarnos metas lejanas, para continuamente estar dando dinamismo a las acciones. Hemos también de sucumbir ante la paradoja de alegrarnos cuando sintamos pena; porque esa es una señal irrefutable de que estamos vivos.
2 comentarios:
Sentimiento dividido el que me provoca tu artículo. "Mirar al techo durante horas no es estar vivo", vienes a decirnos. ¿No puede uno estar triste, alegre, meditabundo, indignado o eufórico mientras mira al techo?.
En fin, que no sé si esto tiene algo que ver con el equilibrio o con las ganas de vivir. Si es que hay que tener ganas o simplemente abstraerse.
Un abrazo y pásate por aquí si te da gana. :-P
Pakithor:
No escribo en mis entradas, entre otras cosas porque lo que yo quiero decir lo digo en las mismas, y no es necesario recurrir a los comentarios.
En esta ocasion, sin embargo, lo hare ara alcarar que cuando me referia a mirar el techo es un miramiento al techo de aburrimiento; de esas tardes de domingo que uno no sabe que hacer con su vida, que no sabe como organizar el tiempo ni como sacarle beneficio.
La reflexion si es aprovechar el tiempo. La nostalgia o melancolia es un perenne estado de reflexion.
Muchas gracias por leer y escribir en mi blog.
Un saludo!
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