22 octubre 2007

Puntos de Vista


Las cosas no cambian; cambiamos nosotros.
Henry David Thoreau

Hoy debería escribir la típica entrada de reflexión acerca de los años que pasan, lo mayor que se hace uno, lo que dejamos atrás, los recuerdos, las alegrías de que tus amigos se acuerden de ti y el de sentirte el centro del mundo por un día. Pero no va a ser así.

Hablaré hoy por tanto de algo que solemos olvidar a pesar de nuestro conocimiento. Hablaré de lo que hablo siempre; pero quizás desde un punto de vista diferente, o desde una perspectiva nueva. (No sé si habréis notado que siempre hablo igual y sobre lo mismo).

Un árbol siempre es un árbol. El árbol de mi plaza, siempre es el árbol de mi plaza. Igual de grande, igual de alto, de ancho. Con las mismas hojas, con las mismas flores en primavera, con los mismos frutos del verano.

Sin embargo, según queramos ver ese mismo árbol, que tantas veces hemos visto, que siempre ha sido igual; lo vemos de uno u otra manera. Si un día estamos ofuscado en que ese árbol es más pequeño que su vecino, ese día, argumentaremos lo inargumentable, para demostrarnos a nosotros mismos y a cualquier otro interlocutor, que ese árbol es más pequeño.

Sucederá también, que al cabo de una semana, nos sintamos inferiores, estemos enfadados con el vecino, o necesitemos una muestra de amor propio. Entonces, el árbol, siendo absolutamente el mismo que una semana anterior, será más grande que el mismo árbol del mismo vecino.

Y es que la tozudez humana es así. Nos cegamos en fanatismos a veces inútiles en pro de confirmarnos a nosotros mismos, en pro de confirmar un estado de ánimo o en pro de sentirnos conocedores del mundo. Pero lo que realmente pasa, por muchos argumentos que damos, es que la realidad se mantiene inmóvil, mientras nuestra cabeza se mantiene dinámica y diferente con cada minuto que pasa.

1 comentario:

Ramón Villaplana dijo...

¿Qué tal el cumple veinteañero? :)