La llave del éxito es el conocimiento del valor de las cosas.
John Boyle O'Reilly
Es una obligada distinción el precio y el valor. No siempre se corresponden lo uno con lo otro. La principal diferencia es que el precio es un “valor” objetivo que oscila gracias a la oferta y la demanda; y el valor es completamente subjetivo, donde entran sentimientos.
Los sentimientos que pueden incrementar el valor de algo pueden ser variados: esfuerzo, procedencia, deseo, significado, etc. Puede llegar a ser caótico intentar comprender por qué alguien estima y venera tanto determinados objetos. Es complicado imaginar sentimientos, y más si son novedosos. Porque cuando uno ha experimentado cierta sensación es más fácil sentir empatía hacia esa persona.
Pero no siempre uno sabe valorar lo que posee. Uno no valora a diario que coma al menos dos veces al día, que duerma bajo un techo y en una cama, que pueda ducharse, que tenga un armario repleto de vestimentas y calzados y que su higiene sea notable o sobresaliente.
No sabemos valorar las cosas de todos los días. No obstante, si algún día nos faltaran algunas de estas cosas, mucho las echaríamos de menos. Y sería entonces cuando comprenderíamos su verdadero valor.
Y es que así sucede con la mayoría de las cosas, y sobe todo con las que aceptamos como normales: no sabemos valorarlas hasta que las hemos perdido. Y para que sea una valoración completa, esa pérdida ha de ser irrevocable.
Los sentimientos que pueden incrementar el valor de algo pueden ser variados: esfuerzo, procedencia, deseo, significado, etc. Puede llegar a ser caótico intentar comprender por qué alguien estima y venera tanto determinados objetos. Es complicado imaginar sentimientos, y más si son novedosos. Porque cuando uno ha experimentado cierta sensación es más fácil sentir empatía hacia esa persona.
Pero no siempre uno sabe valorar lo que posee. Uno no valora a diario que coma al menos dos veces al día, que duerma bajo un techo y en una cama, que pueda ducharse, que tenga un armario repleto de vestimentas y calzados y que su higiene sea notable o sobresaliente.
No sabemos valorar las cosas de todos los días. No obstante, si algún día nos faltaran algunas de estas cosas, mucho las echaríamos de menos. Y sería entonces cuando comprenderíamos su verdadero valor.
Y es que así sucede con la mayoría de las cosas, y sobe todo con las que aceptamos como normales: no sabemos valorarlas hasta que las hemos perdido. Y para que sea una valoración completa, esa pérdida ha de ser irrevocable.
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