El norteamericano blanco relega al negro a la condición de limpiabotas y deduce de ello que sólo sirve para limpiar botas.
George Bernard Shaw
A pesar de que nos hayan educado en contra, y continuamente se nos recuerde que está mal, los juicios hacia las personas, situaciones y acciones son inevitables. Hoy en día además, el juzgar a la gente, y lapidarla sin más base que una opinión está muy de moda en las televisiones españolas.
El hecho de no crear un juicio acerca de una persona, situación o evento únicamente denotaría una notable indiferencia. Es inevitable emitir juicios en nuestros fueros internos acerca de lo que nos sucede. Al igual que es inevitable rectificarlos conforme se van sucediendo conversaciones, o van avanzando los hechos.
El problema no el juicio inicial. El problema es el prejuicio. El dar una opinión antes si quiera de haber visto jamás a una persona; o el hecho de negarse uno a comer un plato del que únicamente conocemos su nombre o su aspecto; cuando en la gastronomía lo que prima, o debería primar, es el sabor.
Igual pasa con las personas. Tendemos a clasificarlas antes de conocerlas, antes si quiera de una conversación. Juzgamos su interior basándonos únicamente en su exterior; y no digo que el cuerpo y el alma vayan de la mano, pero sí que debemos a esperar a que nos sea confirmado, que esperemos a ver y comprobar que esa persona es como pensábamos, o por el contrario, esperemos a que nos demuestre lo contrario. Otorguemos el beneficio de la duda.
Sucede a veces también que creemos conocer a alguien, que llevamos mucho tiempo conviviendo con una persona; y llega un día, y ésta nos sorprende con un hecho o frase; y nos descoloca por completo. Y es que tendemos a simplificar a las personas, a hacerlas inferiores, a subestimarlas. Creemos que las personas no son capaces de ciertas cosas; cuando, como bien dijo Wilde, todo el mundo lleva el cielo y el infierno dentro. Todo el mundo es capaz de todo, y ante ciertas circunstancias, uno es más capaz aún. Pero el hecho de simplificar a las personas, nos da seguridad; nos da esa confianza hacia alguien, esa especie de superioridad y tranquilidad. También nos pasa con nosotros. A veces nos sorprendemos antes ciertas decisiones o sentimientos; ante ciertas reacciones e impresiones.
Y es que creemos conocer a mucha gente cuando realmente no nos conocemos ni a nosotros mismos.
El hecho de no crear un juicio acerca de una persona, situación o evento únicamente denotaría una notable indiferencia. Es inevitable emitir juicios en nuestros fueros internos acerca de lo que nos sucede. Al igual que es inevitable rectificarlos conforme se van sucediendo conversaciones, o van avanzando los hechos.
El problema no el juicio inicial. El problema es el prejuicio. El dar una opinión antes si quiera de haber visto jamás a una persona; o el hecho de negarse uno a comer un plato del que únicamente conocemos su nombre o su aspecto; cuando en la gastronomía lo que prima, o debería primar, es el sabor.
Igual pasa con las personas. Tendemos a clasificarlas antes de conocerlas, antes si quiera de una conversación. Juzgamos su interior basándonos únicamente en su exterior; y no digo que el cuerpo y el alma vayan de la mano, pero sí que debemos a esperar a que nos sea confirmado, que esperemos a ver y comprobar que esa persona es como pensábamos, o por el contrario, esperemos a que nos demuestre lo contrario. Otorguemos el beneficio de la duda.
Sucede a veces también que creemos conocer a alguien, que llevamos mucho tiempo conviviendo con una persona; y llega un día, y ésta nos sorprende con un hecho o frase; y nos descoloca por completo. Y es que tendemos a simplificar a las personas, a hacerlas inferiores, a subestimarlas. Creemos que las personas no son capaces de ciertas cosas; cuando, como bien dijo Wilde, todo el mundo lleva el cielo y el infierno dentro. Todo el mundo es capaz de todo, y ante ciertas circunstancias, uno es más capaz aún. Pero el hecho de simplificar a las personas, nos da seguridad; nos da esa confianza hacia alguien, esa especie de superioridad y tranquilidad. También nos pasa con nosotros. A veces nos sorprendemos antes ciertas decisiones o sentimientos; ante ciertas reacciones e impresiones.
Y es que creemos conocer a mucha gente cuando realmente no nos conocemos ni a nosotros mismos.
2 comentarios:
Prejuicios... esas ideas que pueden llegar a condenar a un completo desconocido.
Pecamos de fiarnos mucho de las apariencias o de cualquier comentario negativo que oigamos de una persona. Es más, no sé por qué les hacemos más caso a los comentarios negativos que a los positivos. Debemos saber contrastar informaciones y opiniones, y siempre ante dudas, intentar no tomarlos como referencias. Aunque no siempre sea asi...
"Podrás hacer una cosa mal por diez bien, que siempre al final serás más recordado por la vez en la que te equivocaste".
Un saludo
Te he dejado un premio aquí: http://eleganciaperdida.blogspot.com/2007/08/premio-por-hacer-reflexionar.html
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