Lo mejor de los viaje es lo de antes y lo de después.
Maurice Maeterlinck
Son usuales en estas tardes-noches de verano quedar con los amigos para pasar el rato, para salir de la soledad de una habitación, o para huir del calor infernal del verano en casa.
Una vez nos hemos reunido, podemos dedicarnos a inventar cualquiera juego que aporte entretenimiento, o analizar fría o satíricamente nuestras distintas vidas. Cuando comenzamos a hablar del pasado, me es inevitable sentir nostalgia, como si esas épocas o esos momentos no fueran jamás a repetirse. Nos dedicamos a desmenuzar recuerdos, a sonreír y contar anécdotas, una tras otra y casi siempre repetidas de otras ocasiones.
Comienza también la etapa de hacer planes, de buscar destinos, de pensar actividades, excursiones o viajes. Sentimos entusiasmo al pensarlas. Podemos descubrir tantas cosas por hacer que nos faltan días en todo el verano. Pero luego nunca se hacen, o casi nunca. Y aun así, no importa tanto como cabe suponer, porque mientras planeábamos ya estábamos disfrutando.
He pensando muchas veces que recordando y proyectando cosas se disfruta más que haciéndolas en sí. La idealización de los viajes y otras actividades o reuniones siempre son más de lo que fueron. Y aunque haya sido un gran viaje, siempre en el recuerdo permanecerá mejor.
A veces creo que vivo para recordar. Para que cuando nos juntamos los amigos tengamos un tema de conversación, un recuerdo común que nos haga sentir unidos; porque recordar juntos no es más que compartir sensaciones e impresiones. Y son éstas las que unen a las personas: las experiencias comunes y la semejanza en las impresiones.
Una vez nos hemos reunido, podemos dedicarnos a inventar cualquiera juego que aporte entretenimiento, o analizar fría o satíricamente nuestras distintas vidas. Cuando comenzamos a hablar del pasado, me es inevitable sentir nostalgia, como si esas épocas o esos momentos no fueran jamás a repetirse. Nos dedicamos a desmenuzar recuerdos, a sonreír y contar anécdotas, una tras otra y casi siempre repetidas de otras ocasiones.
Comienza también la etapa de hacer planes, de buscar destinos, de pensar actividades, excursiones o viajes. Sentimos entusiasmo al pensarlas. Podemos descubrir tantas cosas por hacer que nos faltan días en todo el verano. Pero luego nunca se hacen, o casi nunca. Y aun así, no importa tanto como cabe suponer, porque mientras planeábamos ya estábamos disfrutando.
He pensando muchas veces que recordando y proyectando cosas se disfruta más que haciéndolas en sí. La idealización de los viajes y otras actividades o reuniones siempre son más de lo que fueron. Y aunque haya sido un gran viaje, siempre en el recuerdo permanecerá mejor.
A veces creo que vivo para recordar. Para que cuando nos juntamos los amigos tengamos un tema de conversación, un recuerdo común que nos haga sentir unidos; porque recordar juntos no es más que compartir sensaciones e impresiones. Y son éstas las que unen a las personas: las experiencias comunes y la semejanza en las impresiones.
2 comentarios:
Si, en parte vivimos para recordar... pero también recordamos para sentirnos vivos.
Pensé que eso de juntarme con gente y terminar contando anécdotas y cosillas así y sintiendo nostalgia era propio... pero veo que no, que le pasa a mas gente :).
En parte se recuerda para ver que tu vida ha tenido sentido, y que la haya tenido junto a la gente que aprecias, que es lo más importante. Pienso que es algo propio del ser humano a lo que ni podemos ni debemos renunciar.
Saludos!!
Porqué recordamos? por que volver a pensar en algo que pasó ya nos da cierta satisfacción y verlo desde diferentes perspectivas siempre ayuda. nos gusta recordar porque asi nos sentimos unidos. porque sentimso que los lazos que nos unen son fuertes y no estamos solos.
la satisfacción de preparar algo... nos hace disfrutar antes incluso de hacer nada.
Si, vivimos para recordar y recordamos para ser felices. y hacer planes es... soñar por lo que muchas veces seremos más felices viviendo un sueño que una realidad.
un beso!
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