El comportamiento es un espejo en el que cada uno muestra su imagen
Johann Wolfgang Goethe
El comportamiento humano es uno de los temas que más me fascinan. No estoy seguro si su encanto reside en su misterio o a la innegable relación y efecto que el conocimiento de dicha materia pueda afectar a mi vida en la forma de actuar ante las distintas encrucijadas del camino.
Lo que si creo es que el género humano tiene un patrón general y básico, unido a la especie; y que luego, aparte, tiene muchas modificaciones culturales, genéticas, educacionales o de cualquier otra índole que hacen de cada individuo un ser único, misterioso e impredecible.
El miedo o la ambición son características innatas al ser humano, y únicamente una educación o la dedicación de una vida a sentir rechazo hacia ambas hacen que un individuo no se sienta desbordado por ellas. Por tanto, por norma general, el hombre es ambicioso, y el miedo es uno de los impulsos vitales más palpables en él, de donde sale probablemente el mayor instinto de supervivencia y desde donde actúa de forma más irracional.
La diferencia entre los seres humanos entonces reside en la distinta educación vital que haya recibido, cómo uno ha aprendido o le han enseñado a medir y controlar los impulsos, a disimular, a ser cortés, a mentir y a todo lo demás. Uno va aprendiendo poco a poco en su vida acerca de cómo ha de actuar, cómo obtiene más beneficio de la vida. Y entonces cada persona comienza a ser un mundo distinto, por las múltiples combinaciones de posibles actitudes ante los múltiples sucesos de la vida.
Hablamos de la inocencia de un niño cuando su pensamiento se corresponde con sus actos, cuando su cara refleja exactamente sus sentimientos, su actitud o su parecer ante las cosas. Cuando vamos creciendo, vamos aprendiendo a llevar una cosa por dentro y mostrar al mundo otras. Y a veces se corresponde, y a veces no.
Aun así, el género humano sigue siendo predecible, en el sentido en el que las conductas ante cosas concretas se asemejan entre las personas. Tal vez porque aprendamos de otras personas a reaccionar; o tal vez porque la condición humana nos haga parecidos entre nosotros a todos. Quizás ante cosas concretas o detalles somos muy diferentes, pero ante los grandes problemas del hombre todos actuamos igual, o por lo menos, somos fácilmente clasificables en grandes grupos. Siempre habrá excepción que confirme la regla.
Es un bonito estudio ese de los porqués del ser humano. Siempre misterioso, difícil de explicar y razonaren ciertas ocasiones; pero nunca imposible. Cuando uno ha tratado en su vida con muchas personas se le hace más fácil la clasificación de los individuos y el comprender reacciones ante situaciones.
Lo que si creo es que el género humano tiene un patrón general y básico, unido a la especie; y que luego, aparte, tiene muchas modificaciones culturales, genéticas, educacionales o de cualquier otra índole que hacen de cada individuo un ser único, misterioso e impredecible.
El miedo o la ambición son características innatas al ser humano, y únicamente una educación o la dedicación de una vida a sentir rechazo hacia ambas hacen que un individuo no se sienta desbordado por ellas. Por tanto, por norma general, el hombre es ambicioso, y el miedo es uno de los impulsos vitales más palpables en él, de donde sale probablemente el mayor instinto de supervivencia y desde donde actúa de forma más irracional.
La diferencia entre los seres humanos entonces reside en la distinta educación vital que haya recibido, cómo uno ha aprendido o le han enseñado a medir y controlar los impulsos, a disimular, a ser cortés, a mentir y a todo lo demás. Uno va aprendiendo poco a poco en su vida acerca de cómo ha de actuar, cómo obtiene más beneficio de la vida. Y entonces cada persona comienza a ser un mundo distinto, por las múltiples combinaciones de posibles actitudes ante los múltiples sucesos de la vida.
Hablamos de la inocencia de un niño cuando su pensamiento se corresponde con sus actos, cuando su cara refleja exactamente sus sentimientos, su actitud o su parecer ante las cosas. Cuando vamos creciendo, vamos aprendiendo a llevar una cosa por dentro y mostrar al mundo otras. Y a veces se corresponde, y a veces no.
Aun así, el género humano sigue siendo predecible, en el sentido en el que las conductas ante cosas concretas se asemejan entre las personas. Tal vez porque aprendamos de otras personas a reaccionar; o tal vez porque la condición humana nos haga parecidos entre nosotros a todos. Quizás ante cosas concretas o detalles somos muy diferentes, pero ante los grandes problemas del hombre todos actuamos igual, o por lo menos, somos fácilmente clasificables en grandes grupos. Siempre habrá excepción que confirme la regla.
Es un bonito estudio ese de los porqués del ser humano. Siempre misterioso, difícil de explicar y razonaren ciertas ocasiones; pero nunca imposible. Cuando uno ha tratado en su vida con muchas personas se le hace más fácil la clasificación de los individuos y el comprender reacciones ante situaciones.
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