Si me mezclo en la vida, exagero su importancia; y si me alejo de ella, exagero su insignificancia.
Jean Lucien Arréat
Debidos a problemas técnicos con el ordenador, he pasado mucho tiempo sin escribir en el blog. Y la casualidad ha querido que durante este tiempo que he pasado sin poder escribir, haya querido escribir prácticamente todos los días.
Han pasado muchas cosas esta semana que he permanecido ausente. Más que muchas cosas, han pasado pocas pero intensas, con una intensidad excesiva, tan excesiva, que parecía que los días se dilataban, el tiempo nunca pasaba, y el mañana se alejaba cada más de manos de lo que yo había considerado mi futuro.
Todo lo que nos sucede en la vida sirve únicamente para aprender. Tanto el sufrimiento como la alegría (aunque somos mucho más consciente sumergidos en pesares) sirven única y exclusivamente para aprender; para aprender a reaccionar ante situaciones parecidas y con algo que ver en el futuro.
Todas las etapas de la vida son necesarias. Cada una tiene su porqué, y aunque a veces hubiéramos deseado no haber pasado ciertas cosas alguna vez, la verdad es que son esas cosas las que nos hacen ser como somos, las que nos templan más, nos hacen más racionales y las que nos permiten ajustar el valor y las prioridades a los acontecimientos de la vida.
Esta semana he aprendido que nada es importante. Nada. Porque todo tiene solución. Y aunque a veces creamos que no podemos soportar la solución o la determinación a la que nos condena la vida; existe solución. Y todo es como nosotros queramos que sea. Todo lo controlamos nosotros. Nuestra mente controla todo. La importancia y la trascendencia de las cosas se las otorgamos nosotros mismos; y es por eso que cada uno sufre por unas u otras cosas, o se alegras por diferentes y diversas. Si nosotros queremos que algo signifique nada, nada significará.
Pero sucede también que la esencia de la vida es darle e importancia a las cosas. Sentir que algo es necesario, que necesitamos de algo, para no sentirnos vacíos. Necesitamos un porqué. Pasamos una vida entera buscando un porqué; y cada cual lo encuentra en muy diversas situaciones, personas u objetos. Hay quién vive para coleccionar sellos, y hay quién lo hace para gobernar un país. Pero si cruzamos los intereses de estos dos individuos, si al coleccionista de sellos le proporcionamos la destrucción de un país, el declive del mismo; no sufrirá tanto como si destruimos su colección de sellos.
Obviamente la vida no es tan simple, porque no vivimos por y para una cosa. Somos excesivamente complejos, y debemos procurarnos preocupaciones varias, por si falla alguna, no sentirnos perdidos. Pero ciertamente, todo es lo que nosotros queramos que sea.
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