28 octubre 2006

Miedo

vidagon

El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma.
Aldous Huxley


Queda demostrado, o por lo menos para mí, que la vida no deja de sorprenderte. Cada día, cada minuto. Los días que a priori parecen ser los más rutinarios se convierten en los más especiales, y los días que tanto deseas que lleguen, suelen decepcionar.

¿Por qué pasa esto? Sinceramente, no lo sé. Quizás porque tengamos el cuerpo predispuesto a no hacer nada, a no experimentar nada, a no sentir nada; que cuando viene esa sensación o ese lo que sea, le damos la bienvenida y nos sorprendemos. Y al revés supongo que sucede igual. Cuando más deseamos algo y más lo planificamos y más lo medimos milimétricamente, más grande es la decepción, porque al final suceden cosas que distan de lo que imaginamos.

De repente. Un día que aparenta ser un día de esos que saltarías inevitablemente, se convierte en especial. Y a partir de ahí, día tras día, ves que tu vida parece otra, que ha cambiado. Sin quererlo, tienes unas ilusiones y unas esperanzas, por algo, que a la vez aterra Da miedo, supongo, porque es desconocido, o porque sobrepasa tu capacidad racional, y es humano temer a lo desconocido. Y eso pasa. Pasa que una sensación que pinta positiva se convierte en una duda, un continuo vaivén de pensamientos y sensaciones que no sabes a dónde van a conducir, que no sabes que futuro deparan, y que no puedes controlar.

Cuando algo sobrepasa lo racional, me asusta. Me asusta no poder predecir los resultados, no poder predecir o calcular un futuro más o menos inmediato. Ni mis reacciones ni mis pareceres. Es agobiante, pero a la vez es liberador. Sientes como si todo tuviera un sentido más, tienes un objetivo más. Aunque sea una conversación, de esas que no aportan nada, pero deseas que nunca acaben. Quieres que las horas no pasen, porque estás bien contigo mismo. Pero cuando eso pasa, vuelves a estar perdido, porque no sabes si puedes controlarte, porque no sabes dónde desemboca la ilusión, ni si mañana seguirás sueño de ti mismo.

Quizás sea esa la magia de la vida. Perderte en los inexplorado. Sentir sin miedo. Vivir sin miedo. Pero para las personas que calculamos todo como yo, supone un gran esfuerzo.

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