No delates a tus amigos y mantén la boca cerrada
En esta ocasión no se trata de ninguna reseña cinematrográfica, sino de una realidad que cada vez se hace más patente en España: lo importante no es el pensar de una determinada manera o subscribir una serie de principios, sino pertenecer a un grupo (ideológico o no). Lo importante no es que compartamos una serie de valores y premisas, sino que milites en un determinado grupo. En definitiva, que seas uno de los nuestros.
Esto es lo que cabe concluir después de haber visto las esperpénticas imágenes de sindicalistas vociferando a una Juez por el hecho de imputarle una serie de delitos a otros sindicalistas. No siente decepción, o al menos un cierto recelo o sospecha, porque uno de sus miembros está en el punto de mira de una instrucción judicial. Todo lo contrario, surge entonces el afán de defender al que milita donde nosotros, a uno de los nuestros.
No es un fenómeno genuinamente sindical este que nos atañe, aunque es paradigmático el caso. Se trata de un fenómeno muy español, muy nuestro, el de conformarnos una serie de prejuicios en función del grupo en que milita. E incluso más allá, tenemos los españoles una gran tendencia a aspirar a conocer todo el pensamiento de una persona por una mera opinión vertida sobre un tema “ideológico”.
Dos motivos se me ocurren para tan simple análisis: o bien nosotros somos tan sumamente simples que sólo podemos comprender el mundo y los fenómenos sociales y políticos desde dos perspectivas (los buenos y los malos) y, para ello, hemos de encasillar a todo sujeto en uno de sus bandos sin plantearnos de manera remota si quiera la posibilidad de que puedan existir personas con un criterio propio; o bien desconfiamos de manera tan exagerada de la capacidad del vecino que creemos a pies juntillas que éste sólo puede aspirar a ser de los unos o de los otros, negándole la opción de poseer un criterio propio. Una tercera opción, desde luego, es que concurran a la vez un poco de todo.
Tal vez un poco de raciocinio y serenidad en los debates y reflexiones no nos vengan nada mal. Apartar por un momento el encasillamiento sistemático entre buenos y malos en virtud exclusivamente del lado de la línea en que nos encontremos, procurando construir un mensaje u opinión con base en unos criterios más o menos absolutos, en el sentido en que no dependa de quien los sostenga sino de los argumentos o razones en sí, dándole el calificativo de bueno y de malo a los hechos por sí, y no dependiendo del grupo que los lleve a cabo o defienda.
De la película “Uno de los Nuestros”
En esta ocasión no se trata de ninguna reseña cinematrográfica, sino de una realidad que cada vez se hace más patente en España: lo importante no es el pensar de una determinada manera o subscribir una serie de principios, sino pertenecer a un grupo (ideológico o no). Lo importante no es que compartamos una serie de valores y premisas, sino que milites en un determinado grupo. En definitiva, que seas uno de los nuestros.
Esto es lo que cabe concluir después de haber visto las esperpénticas imágenes de sindicalistas vociferando a una Juez por el hecho de imputarle una serie de delitos a otros sindicalistas. No siente decepción, o al menos un cierto recelo o sospecha, porque uno de sus miembros está en el punto de mira de una instrucción judicial. Todo lo contrario, surge entonces el afán de defender al que milita donde nosotros, a uno de los nuestros.
No es un fenómeno genuinamente sindical este que nos atañe, aunque es paradigmático el caso. Se trata de un fenómeno muy español, muy nuestro, el de conformarnos una serie de prejuicios en función del grupo en que milita. E incluso más allá, tenemos los españoles una gran tendencia a aspirar a conocer todo el pensamiento de una persona por una mera opinión vertida sobre un tema “ideológico”.
Dos motivos se me ocurren para tan simple análisis: o bien nosotros somos tan sumamente simples que sólo podemos comprender el mundo y los fenómenos sociales y políticos desde dos perspectivas (los buenos y los malos) y, para ello, hemos de encasillar a todo sujeto en uno de sus bandos sin plantearnos de manera remota si quiera la posibilidad de que puedan existir personas con un criterio propio; o bien desconfiamos de manera tan exagerada de la capacidad del vecino que creemos a pies juntillas que éste sólo puede aspirar a ser de los unos o de los otros, negándole la opción de poseer un criterio propio. Una tercera opción, desde luego, es que concurran a la vez un poco de todo.
Tal vez un poco de raciocinio y serenidad en los debates y reflexiones no nos vengan nada mal. Apartar por un momento el encasillamiento sistemático entre buenos y malos en virtud exclusivamente del lado de la línea en que nos encontremos, procurando construir un mensaje u opinión con base en unos criterios más o menos absolutos, en el sentido en que no dependa de quien los sostenga sino de los argumentos o razones en sí, dándole el calificativo de bueno y de malo a los hechos por sí, y no dependiendo del grupo que los lleve a cabo o defienda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario