Si nada es evidente de por sí, nada es comprobable, y si nada es obligatorio por sí mismo, nada es obligatorio en absoluto.
Clives Staples Lewis
Todo lo que empieza está condenado a acabar. Cuando algo empieza a desbordarnos o consumirnos excesivo tiempo, no cesamos de anhelar el final, bien para emprender otras actividades, o bien para no hacer nada.
Pero a veces llega el final, y uno está descolocado: no sabe qué hacer. Nos pasamos la vida pidiendo cambios que en nuestra cabeza suenan bien; pero cuando estos se transforman en realidad no estamos seguros de desearlos tanto.
A veces, cuando los sueños llegan de golpe nos sentimos incluso insatisfechos. No disfrutamos con la meta, con el fin, con el sueño en sí; si no con el trayecto que nos lleva hacia él. Saboreamos cada paso que damos en el camino. El sentir que estamos en el camino correcto y que en el horizonte se ve la luz es lo que nos proporciona la felicidad, no la luz en sí misma.
Todo tiene su tiempo, y todo ha de hacerse poco a poco, y disfrutar construyendo el camino.
Deseamos también disponer de tiempo libre continuamente para realizar cien mil actividades, pero cuando realmente lo tenemos, no lo empleamos. Lo que de verdad gusta es compaginar las obligaciones con las vocaciones. Se trata de hacer más amena una obligación, una vía de escape. Convertir cada día en algo deseable y no en algo rutinario.
Cuando disponemos ciertamente de tiempo libre al no tener obligaciones, el resto de actividades que hemos desempeñado, ya no las consideramos, porque nos sentimos liberados de la presión de una obligación y preferimos descansar en el sofá antes que hacer nada productivo. Si descansáramos mientras tenemos obligaciones pendientes, tendríamos cargo de conciencia. Sin embargo, si hacemos cualquier otra cosa medianamente productiva, excusamos el déficit de tiempo ante las obligaciones con ese algo vocacional que supone una dedicación temporal. Los hobbies sólo son necesarios cuando tenemos que evadirnos; si nos encontramos evadidos continuamente, no recurrimos a ellos con tanta ansia.
Pero a veces llega el final, y uno está descolocado: no sabe qué hacer. Nos pasamos la vida pidiendo cambios que en nuestra cabeza suenan bien; pero cuando estos se transforman en realidad no estamos seguros de desearlos tanto.
A veces, cuando los sueños llegan de golpe nos sentimos incluso insatisfechos. No disfrutamos con la meta, con el fin, con el sueño en sí; si no con el trayecto que nos lleva hacia él. Saboreamos cada paso que damos en el camino. El sentir que estamos en el camino correcto y que en el horizonte se ve la luz es lo que nos proporciona la felicidad, no la luz en sí misma.
Todo tiene su tiempo, y todo ha de hacerse poco a poco, y disfrutar construyendo el camino.
Deseamos también disponer de tiempo libre continuamente para realizar cien mil actividades, pero cuando realmente lo tenemos, no lo empleamos. Lo que de verdad gusta es compaginar las obligaciones con las vocaciones. Se trata de hacer más amena una obligación, una vía de escape. Convertir cada día en algo deseable y no en algo rutinario.
Cuando disponemos ciertamente de tiempo libre al no tener obligaciones, el resto de actividades que hemos desempeñado, ya no las consideramos, porque nos sentimos liberados de la presión de una obligación y preferimos descansar en el sofá antes que hacer nada productivo. Si descansáramos mientras tenemos obligaciones pendientes, tendríamos cargo de conciencia. Sin embargo, si hacemos cualquier otra cosa medianamente productiva, excusamos el déficit de tiempo ante las obligaciones con ese algo vocacional que supone una dedicación temporal. Los hobbies sólo son necesarios cuando tenemos que evadirnos; si nos encontramos evadidos continuamente, no recurrimos a ellos con tanta ansia.
2 comentarios:
Buenísima reflexión.
En la primera parte me veo fielmente reflejado... 7 años deseando acabar una carrera, saboreando cada asignatura aprobada... cada peldaño subido, y ahora, a las puertas de la cima, cuando ya no tienes nada más encima de ti, miras para abajo y piensas "¿Y ahora, qué?". Pues ahora nuevos proyectos, nuevos caminos, que efectivamente evocan en nosotros el miedo a lo desconocido. Desacoplamos rutinas que deberán ser ocupadas por otras.
Es verdad que en cierto modo, esas obligaciones son las que nos hacen valorar el tiempo libre que tenemos, el ocio que disfrutamos.
De hecho, si estos ocios ocuparan gran parte de nuestra vida, podría perderse esa "chispa" a la hora de disfrutar de esos momentos.
Yo siempre digo que "una diversión convertida en rutina, deja de ser interesante" (Lo bueno, si es breve, dos veces bueno).
Felicidades por clavar el estado de ánimo del aquí presente ;)
Que buena esta reflexión sobre la evasión... Te doy toda la razón cuando dices que hay que disfrutar construyendo el camino. A lo que me remito al verso de Machado "caminante no hay camino, se hace el camino al andar"... De nosotros depende que ese camino sea cuesta arriba o cuesta abajo. Ciertamente, sin hobbies a más de uno se nos haría cuesta arriba este camino llamado vida (que sería de mi sin leer, escribir, ver cine, escuchar música...!)
Esto está mucho en conexión con otra entrada tuya en la que dices que nosotros coloreamos nuestras vidas, tenemos días de todos los colores. Según el estado de ánimo podemos convertir la obligación en negro, gris, o blanco. Dependerá de nosotros y nuestras circunstancias. Saludos!
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