La uniformidad es la muerte; la diversidad es la vida.
Pensando en los escasos ratos libres entre estudio y estudio; y fantaseando en esos momentos de distracción tan frecuentes en las largas mañanas y tardes junto apuntes y estudio, he concluido, o más bien, he confirmado, que mientras más cumplimos nuestras obligaciones, más sentimos necesidad de ocio y devoción.
No me refiero, como es más que lógico, al ocio evasivo, éste ocio que no requiere ninguna actividad intelectual y que simplemente consiste en liberar la mente ya sea detrás de una pelota o con el mando de una videoconsola. Hablo de un ocio más intelectual, más ligado al saber y al conocimiento.
Cuando realizamos actividades que forman parte de nuestra obligación, nos sentimos atados por ellas, y tenemos la sensación de perder nuestro tiempo e interés en algo que no nos llena realmente, que no nos apasiona. Y pensamos en la cantidad de cosas que sí que nos llenarían, en los millones de libros que hay por leer, los tantos viajes o la infinidad de líneas por escribir. Cualquier tema nos llama la atención más que ese en el que intentamos profundizar.
Seguramente el problema no sea el tema. Es más probable que lo que nos desagrada en la insistencia, el ahínco y la insistencia que dedicamos. Hay quién prefiere la monotonía de una actividad para lograr su perfección y alto conocimiento; pero también estamos los que nos gusta saber un poco de muchas cosas. La mente humana es más propensa a actividades cortas y variadas, donde haya que nos gusten más y nos gusten menos, que una; que aunque no guste, nos pueda hartad por monótona.
A la larga, los excesos cansan. Todo cansa si se hace en exceso, si se hace único. Hasta el juego de ordenador que tanto ansiábamos poder jugar, cuando llevamos demasiadas horas, acaba por aburrirnos. Por eso es por lo que debemos realizar muy diversas actividades, para que nunca nos aburramos, de unas ni de otras; y la consecución de éstas nos resulte amena.
Mijail Bakunin
Pensando en los escasos ratos libres entre estudio y estudio; y fantaseando en esos momentos de distracción tan frecuentes en las largas mañanas y tardes junto apuntes y estudio, he concluido, o más bien, he confirmado, que mientras más cumplimos nuestras obligaciones, más sentimos necesidad de ocio y devoción.
No me refiero, como es más que lógico, al ocio evasivo, éste ocio que no requiere ninguna actividad intelectual y que simplemente consiste en liberar la mente ya sea detrás de una pelota o con el mando de una videoconsola. Hablo de un ocio más intelectual, más ligado al saber y al conocimiento.
Cuando realizamos actividades que forman parte de nuestra obligación, nos sentimos atados por ellas, y tenemos la sensación de perder nuestro tiempo e interés en algo que no nos llena realmente, que no nos apasiona. Y pensamos en la cantidad de cosas que sí que nos llenarían, en los millones de libros que hay por leer, los tantos viajes o la infinidad de líneas por escribir. Cualquier tema nos llama la atención más que ese en el que intentamos profundizar.
Seguramente el problema no sea el tema. Es más probable que lo que nos desagrada en la insistencia, el ahínco y la insistencia que dedicamos. Hay quién prefiere la monotonía de una actividad para lograr su perfección y alto conocimiento; pero también estamos los que nos gusta saber un poco de muchas cosas. La mente humana es más propensa a actividades cortas y variadas, donde haya que nos gusten más y nos gusten menos, que una; que aunque no guste, nos pueda hartad por monótona.
A la larga, los excesos cansan. Todo cansa si se hace en exceso, si se hace único. Hasta el juego de ordenador que tanto ansiábamos poder jugar, cuando llevamos demasiadas horas, acaba por aburrirnos. Por eso es por lo que debemos realizar muy diversas actividades, para que nunca nos aburramos, de unas ni de otras; y la consecución de éstas nos resulte amena.
2 comentarios:
"A la larga, los excesos cansan. Todo cansa si se hace en exceso, si se hace único. Hasta el juego de ordenador que tanto ansiábamos poder jugar, cuando llevamos demasiadas horas, acaba por aburrirnos. Por eso es por lo que debemos realizar muy diversas actividades, para que nunca nos aburramos, de unas ni de otras; y la consecución de éstas nos resulte amena."
apliquémoslo a todos los ámbitos de la vida.. el amor incluido
un besooo!
Efectivamente todo en exceso, no es que canse, si no que satura. Es tan sencillo como que nuestra personalidad necesita tener ciertas "necesidades cubiertas" como si de un nivel de una sustancia vital se tratase: necesitamos tener saciado el amor, la curiosidad, el ocio, desplazarse, conocer lo desconocido, etc. Cuando uno se focaliza en un único factor, descuida el resto y es cuando sobreviene la sensación de añoranza o falta de algo que hace tiempo que no se hace: simplemente los niveles de lo que no se está experimentando o invirtiendo bajan hasta niveles carenciales, mientras que el exceso de lo vivido, se pierde porque no se aprovecha, no se disfruta.
Así como el organismo necesita vitaminas en su justa medida, la mente requiere experiencias.
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