Platón
Ambos conceptos se antojan bastante similares. Hacen referencia, cuando se habla de movimientos sociales y/o ciudadanos, a movimientos que hunden sus raíces en personas que no ocupan un puesto en las instituciones y de la que se ha de presumir (o se pretende) espontaneidad, en el sentido en que nacen de la solidaridad y/o la conciencia de dichas personas, que no son arrastradas por élites o líderes. Son, en definitiva, movimientos horizontales.
No obstante, a mí se me antojan algunas diferencias entre ambos términos. Cuando se denota que algo es social, se hace más hincapié en la solidaridad que en la espontaneidad. Existen políticas sociales, y éstas, en su mayoría, están encaminadas a socorrer o auxiliar a personas (parte de nuestra sociedad, y de ahí nace la obligación moral) que precisan de dicha ayuda. Así, en cierta manera, lo social se me antoja a mí más sentimental, pudiendo ser incluso movida o llevado a cabo por algún tipo de liderazgo, e incluso pudiendo ser una moda o un movimiento de masa.
Por otro lado, cuando se hace referencia a ciudadanía, parece que el elemento principal del término es el individuo, su razón y su capacidad crítica, amén de su libertad. A través de su individualidad, esta persona puede (y así ocurre muchas veces) asociarse con otras en pro de acciones solidarias y de búsqueda del bienestar de sus conciudadanos y vecinos, pero la determinación de realizar tal o cual cosa viene de una reflexión crítica, de una libertad de conciencia y de acción que tiene como conclusión el llevar a cabo las proclamas o actividades que sean.
Además, el concepto ciudadano parece quedar claramente desvinculado al poder organizado y establecido, ya sea militar o político, haciendo referencia o aludiendo a una suerte de persona media, con sus propios intereses, criterios y preferencias.
Lo social, por su parte, puede ser impuesto (aunque cabría la cuestión metafísica o conceptual de si la solidaridad puede ser impuesta) como se demostró en regímenes fascistas o comunistas. Sin embargo, la ciudadanía nunca. Ya que, aunque se consagren formalmente derechos de ciudadanía, sin una educación y cultura apropiadas, una persona no podrá alcanzar el estatus de ciudadano, en cuanto que su libertad será incompleta. Serán la educación y la cultura, además, la que proporcionarán en el ciudadano, de manera espontánea, el instinto social, la necesidad de formar parte y construir una sociedad justa.
Esto son simplemente reflexiones acerca de dos conceptos muy de moda. Y podemos preguntarnos: ¿cabe lo social sin ciudadanía? ¿Sería plenamente social? ¿Es preferible lo social por parte de la ciudadanía o, por el contrario, del Estado u otros poderes organizados? Estas cuestiones las dejaremos, en todo caso, para otra entrada.
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