René Descartes
En los tiempos que corren, en los cuales las Humanidades están siendo denostadas poco más que a un “hobby”, a una de las tantas posibilidades para el fin de semana (lectura, fútbol o cine), esta pregunta resulta todavía más de interés, pretendiendo ser, junto con el de la disciplina histórica, una alegato de defensa a los estudios en Humanidades, al estudio, en definitiva, del ser humano.
La obsesión de un lado por lo inmediato, y de otro por lo productivo o útil, hace que todo aquello que no reporte un beneficio económico en el corto plazo llegue a considerarse una pérdida de tiempo. Por su parte, los humanistas, los verdaderos humanistas, lo que aman al ser humano y sus creaciones (no hemos de perder de vista la figura de recién implantación de pseudo-humanista, que trae su causa en el toque intelectual que “humanismo” lleva aparejado consigo) han sucumbido a este tendencia y en ausencia de mejor argumento, en lugar de esgrimir un argumento positivo, acaban asumiendo el marco de la ciencia como suyo, creando engendros como “ciencias del espíritu”.
En lo relativo a la Historia (a la rama de las Humanidades que procura el conocimiento del pasado), y aunque nadie reconozca explícitamente su utilidad e importancia, implícitamente lo hacen. O si no, ¿por qué tanta polémica sobre lo que realmente pasó, por ejemplo, en la Guerra Civil? ¿Por qué tanto interés intentar en demostrar que Cataluña fue o no una nación?
Porque, como ocurre con las personas, uno es lo que fue y lo que ha sido. Y de igual manera ocurre con las sociedades, pueblos y naciones. Sólo el conocimiento certero de qué fuimos puede hacernos entender qué somos, por qué somos y cómo somos. Sólo el estudio riguroso del pasado puede darnos una visión completa de nosotros mismos, ya sea como individuos, ya sea como comunidad.
La ambición por ser mejor y por mejorar es lo que lleva a uno conocerse a sí mismo, con el fin de explorar los errores pretéritos y poder prevenirlos en el futuro. Y es la Historia, junto con otras áreas de conocimiento humanísticas, la que proporciona las herramientas para ello. Las Humanidades son la religión secular: la búsqueda del mejorarse a sí mismo y al entorno en busca del bienestar, no sólo material sino también espiritual. Y para ello, la construcción de lo segundo es lo que provoca el bienestar primero, y no a la inversa como actualmente se cree. ¿O alguien es capaz de imaginar su actual nivel de bienestar material sin Estado o sin derechos fundamentales? Ambas dos, a modo de ejemplo, son fruto de arduas disputas, disertaciones y discusiones en el seno de la Filosofía, otra de las ramas fundamentales de las Humanidades.
La obsesión de un lado por lo inmediato, y de otro por lo productivo o útil, hace que todo aquello que no reporte un beneficio económico en el corto plazo llegue a considerarse una pérdida de tiempo. Por su parte, los humanistas, los verdaderos humanistas, lo que aman al ser humano y sus creaciones (no hemos de perder de vista la figura de recién implantación de pseudo-humanista, que trae su causa en el toque intelectual que “humanismo” lleva aparejado consigo) han sucumbido a este tendencia y en ausencia de mejor argumento, en lugar de esgrimir un argumento positivo, acaban asumiendo el marco de la ciencia como suyo, creando engendros como “ciencias del espíritu”.
En lo relativo a la Historia (a la rama de las Humanidades que procura el conocimiento del pasado), y aunque nadie reconozca explícitamente su utilidad e importancia, implícitamente lo hacen. O si no, ¿por qué tanta polémica sobre lo que realmente pasó, por ejemplo, en la Guerra Civil? ¿Por qué tanto interés intentar en demostrar que Cataluña fue o no una nación?
Porque, como ocurre con las personas, uno es lo que fue y lo que ha sido. Y de igual manera ocurre con las sociedades, pueblos y naciones. Sólo el conocimiento certero de qué fuimos puede hacernos entender qué somos, por qué somos y cómo somos. Sólo el estudio riguroso del pasado puede darnos una visión completa de nosotros mismos, ya sea como individuos, ya sea como comunidad.
La ambición por ser mejor y por mejorar es lo que lleva a uno conocerse a sí mismo, con el fin de explorar los errores pretéritos y poder prevenirlos en el futuro. Y es la Historia, junto con otras áreas de conocimiento humanísticas, la que proporciona las herramientas para ello. Las Humanidades son la religión secular: la búsqueda del mejorarse a sí mismo y al entorno en busca del bienestar, no sólo material sino también espiritual. Y para ello, la construcción de lo segundo es lo que provoca el bienestar primero, y no a la inversa como actualmente se cree. ¿O alguien es capaz de imaginar su actual nivel de bienestar material sin Estado o sin derechos fundamentales? Ambas dos, a modo de ejemplo, son fruto de arduas disputas, disertaciones y discusiones en el seno de la Filosofía, otra de las ramas fundamentales de las Humanidades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario