¿Quién soy yo? Desde luego, se trata de una pregunta amplia que encierra, sin querer, muchísimas dimensiones y contenidos, tantas, como el ser humano es. No se puede contestar a esta pregunta con una frase, ni con una entrada de blog. Incluso es harto probable que al final de nuestra vida tampoco sepamos contestar a la pregunta de quiénes somos ni qué sentido tiene lo que hemos hecho.
Precisamente sobre esa mirada retrospectiva sobre nosotros es de lo que quería reflexionar. ¿Somos nosotros los mismos que hace diez años? Es decir, si nosotros, por ejemplo, escribimos un relato hace diez años y hoy lo leemos, ¿seguimos siendo autores de ese relato? ¿O ese relato, sin embargo, ya no nos corresponde?
Ciertamente, la persona que seamos hoy depende mucho de quién hayamos sido los años, los meses y los días anteriores. La elaboración del “yo” es un proceso largo, donde todo, absolutamente todo, influye. Nuestra forma de entender la vida y nuestra forma de entendernos a nosotros mismos no puede entenderse sin los sentimientos del pasado, es decir, aquellos que sentimos.
Somos el resultado de ambiciones pasados. Al igual que lo somos de errores. Somos los residuos de nosotros mismos, al igual que proyecciones. Hemos conducido la vida a través de decisiones que tomamos en un momento concreto y que, posiblemente, hoy nos las tomáramos de la misma manera. Somos fruto de una cascada de sentimientos, conducidos con mayor o menor acierto. Todo nos ha influido para ser lo que somos hoy. Y todo lo que hagamos hoy influirá para ser lo que seremos mañana.
Pero respecto a la pregunta con empezaba esta entrada, es decir, si somos nosotros los que éramos hace un tiempo o bien somos diferentes… tenemos dos respuestas, elegidas a partir del sentimiento que nuestro propio recuerdo genere: si renegamos de nosotros mismos, o bien nos sentirnos orgullosos. Si es el primero de los casos será porque nuestro pasado no nos satisface, aunque precisamente por ese pasado estamos donde estamos, por haberlo intentado corregir y por saber que aquello no nos convencía. En el segundo caso, sentiremos que hemos culminado o estamos culminando un proceso vital que empezó cuando lo hizo nuestro pasado.
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